La habilidad manual consiste en la capacidad de poder utilizar las manos y, más concretamente, los dedos para poder llevar a cabo una serie de acciones que facilitan la autonomía.

Desde los primeros días es curioso ver como el bebé tiene el reflejo prensil que le lleva a cerrar el puño en cuanto siente que tiene algo en su mano. Los adultos tendemos a pensar que nuestro niño tiene mucha fuerza, sin embargo la realidad es que este reflejo es un instinto primitivo que permite el agarre aunque no va asociado a la capacidad de soltar de forma consciente. En cuanto el bebé tiene algo en su mano lo agarra fuertemente y no lo suelta a no ser que el adulto abra delicadamente sus dedos.
Conforme van pasando las semanas y los meses, gracias a la maduración neurológica del bebé, ese instinto va desapareciendo. Sin lugar a dudas, no se debe únicamente a un tema de maduración si no que también se deriva del ambiente en el que se cría el niño y de las oportunidades que se le ofrezcan de abrir y cerrar las manos, de poder coger cosas y de sentir estímulos en la palma de su mano.

En un momento determinado el bebé desarrolla el agarre y a partir de entonces trata de coger las cosas con todos los dedos de forma consciente y con intención. Pueden coger y soltar aquellos objetos en los que están interesados. Cuantas más oportunidades le demos al bebé de utilizar sus manos, más habilidades adquirirá y muy pronto será capaz de desarrollar la pinza. Llamamos pinza a la utilización, de forma coordinada y delicada, de los dedos índice y pulgar de manera simultánea para poder coger algunos objetos pequeños o frágiles. La pinza es propia del ser humano y, sin duda, gracias a ella hemos sido capaces de especializarnos ya que nos ha permitido realizar actividades muy sofisticadas.


Si queremos ayudar a nuestros pequeños a ser autónomos e independientes, potenciar la habilidad manual es de gran importancia.

Un individuo con habilidad manual es capaz de poder abrocharse y desabrocharse los botones, calzarse solo, vestirse, comer, pintar , escribir e innumerables actividades que con el tiempo darán paso a otras mucho más elaboradas.
Así que, si queremos conseguir desarrollar esa habilidad manual debemos ofrecerle actividades en las que pueda experimentar y poner en práctica diferentes tareas.

Sencillos ejercicios como meter y sacar objetos de un recipiente, enroscar y desenroscar el tapón de algún envase, montar puzzles, jugar con adhesivos, tocar y moldear plastilina, experimentar con pinturas de dedos o con pinceles … En resumen, practicar con cualquier tipo de actividad que requiera de cierta capacidad manual. Porque la práctica es lo que hará que cada día sean un poco más habilidosos y les ayudará a conseguir destreza con sus dedos.


Otra forma de trabajarla es desarrollar la fuerza en las manos. La fuerza es imprescindible para desarrollar la habilidad manual. Y para ello el ejercicio ideal es la suspensión. Simplemente se trata de ofrecer nuestros pulgares a los niños y elevarlos de manera que ellos sean capaces de colgarse aguantando su propio peso durante varios segundos.

Carmen Romero, psicóloga infantil, experta en estimulación temprana.